Por Milton Picon Diaz
La frase “separación de iglesia y estado” ha dividido, tanto al pueblo puertorriqueño como al americano, en diferentes grupos según sus tendencias teológicas o políticas. Algunos creen que la Corte Suprema federal fue drásticamente más allá de las intenciones originales de los padres fundadores. Otros creen que la separación debe ser total y completa como reza la Constitución de Puerto Rico. Puesto que estas posiciones a veces giran alrededor de la intención original del que escribió la frase del “muro de separación entre iglesia y estado” ( Thomas Jefferson, 1802 ), muchos tratan de determinar si los padres fundadores apoyaban, ya fuera un estado cristiano, uno completamente secular, o algo en medio de estas dos ideas.
A raíz de todo esto muchos se preguntan: ¿Cómo deberían de relacionarse los creyentes en su capacidad individual y la iglesia como organización, con el estado y sus variadas instituciones? ¿Cuál es el rol que los creyentes deben de tomar en el campo de la política partidista, en los esfuerzos de reformar el gobierno o en los intentos de influenciar legislación que promueva valores morales? Examinemos brevemente las posiciones más conocidas alrededor de esta controversia.
La primera posición es la del separacionismo estricto. Los que comulgan con estas ideas argumentan que cualquier posición sobre política pública que esté motivada por creencias religiosas está fuera de los límites constitucionales y no debe de recibir ni siquiera audiencia. Creen que la religión solo puede impactar la moralidad privada, y si esta llega a infiltrarse aunque mínimamente en la esfera pública en donde se esté legislando, sería algo completamente inapropiado e inaceptable. Todos los días vemos en la cobertura de muchos de los medios de comunicación este tipo de vertiente, muy en particular cuando se están cubriendo eventos públicos en donde una figura, sea religiosa o política, hace alusión al tema de la religión. Pero una cosa es quejarse o denunciar un falso e inapropiado pietismo público, un buen ejemplo de esto lo serían estos políticos, que no son ni siquiera religiosos, citando textos bíblicos en sus discursos y otra cosa muy diferente es aplicar prejuicios religiosos a decisiones judiciales. Un ejemplo de esto fue una decisión del supremo federal en donde se tocaba la separación de la iglesia y el estado en asuntos educativos, en donde pasados los jueces del Supremo Federal William Douglas y Hugo Black, concurrieron en señalar que las escuelas religiosas católicas eran por naturaleza dañinas, porque no educaban, sino que indoctrinaban a los niños qué hacer, cómo vestir y cómo pensar. Eso es puro prejuicio y una caricaturización de las escuelas privadas. Esto es tan absurdo, que una gran mayoría de los gobernantes que ha tenido nuestro país han recibido su formación educativa en colegios católicos. Lo único que acepta el separacionismo estricto es una capa fina de religión, algo que a su entender sea completamente inocuo.
Por otro lado están aquellos que creen que América fue fundada como una nación cristiana y que la meta de cada cristiano es colocar el gobierno en manos de cristianos comprometidos que sostengan puntos de vista teológicamente aceptables en materia de moral. Los que esgrimen esta posición quieren cristianizar al país a través del proceso político. El problema con este tipo de creencia es que no acomoda personas de otras creencias religiosas y a aquellos que no tienen ningún credo. Como ha señalado el Supremo Federal: “Ninguno puede forzar ni influenciar a una persona a ir o mantenerse alejado de la iglesia contra su voluntad o forzarlo a profesar una creencias o no creencias, por su asistencia o no asistencia a la iglesia…”. También valdría la pena preguntar, ¿en un estado religioso, que haríamos con aquellos que rehusaran abrazar la religión, les haríamos lo mismo que le hacen los regímenes teocráticos o totalitarios a sus disidentes? ¿Pueden los cristianos imponerle una cultura bíblica a una mayoría que ya no le reconoce autoridad a las Sagradas Escrituras? Creo que la respuesta es un no rotundo ( Continuará mañana )
Posiblemente una mejor alternativa sería el trabajar por un gobierno basado en conceptos de libertad y neutralidad con relación a la religión. Este punto de vista se conoce como “neutralidad positiva” y lo abordaremos en otro momento.